Mantilla de Semana Santa Oriolana FOTO ALCAINA ”EL BARRANQUERO”

 


Las mantillas son una parte tradicional y significativa de la Semana Santa en muchas regiones de España, incluida la Semana Santa Oriolana, que se celebra en Orihuela, una ciudad en la provincia de Alicante, en la Comunidad Valenciana. Las mantillas son velos negros que las mujeres suelen llevar durante las procesiones de Semana Santa como un signo de luto y respeto por la Pasión y Muerte de Jesús.

La Semana Santa Oriolana es conocida por su rica tradición religiosa y sus procesiones solemnes. Durante estas procesiones, las mujeres suelen vestir mantillas negras y llevar cirios o velas en señal de devoción. Las mantillas se combinan con trajes tradicionales y elegantes vestidos negros, y a menudo se usan junto con peinetas, que son adornos para el cabello tradicionales.

Las mantillas no solo tienen un significado religioso sino también cultural y estético en la Semana Santa Oriolana. Son una parte importante de la vestimenta que contribuye a la atmósfera única y solemne de las procesiones, y reflejan la devoción y el respeto de la comunidad hacia esta festividad religiosa.



REIMAGINADO

"El sol se ocultaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y anaranjados, mientras el murmullo de la multitud se apaciguaba lentamente. Era el Viernes Santo en Orihuela, y la esperada procesión de la Pasión de Cristo estaba a punto de comenzar. Las calles empedradas resonaban con el sonido de los pasos de los cofrades, que avanzaban solemnemente hacia la plaza principal, donde se levantaba la majestuosa catedral.

En el corazón de la procesión se encontraban las mujeres ataviadas con mantillas negras. Sus rostros estaban ocultos tras el fino encaje, pero en sus ojos se reflejaba la devoción y la tristeza. Cada una de ellas sostenía un cirio encendido, y a medida que avanzaban, las llamas parpadeantes iluminaban sus lágrimas que caían silenciosamente, como gotas de rocío en la madrugada.

Las mantillas bajo lloros se movían con gracia y elegancia, pero su dolor era palpable. Sentían la pasión de Cristo en cada paso que daban. Recordaban la agonía en el huerto de Getsemaní, la traición de Judas, y el doloroso camino hacia el Calvario. Las calles de Orihuela se habían transformado en un escenario de profunda espiritualidad, donde la tristeza y la devoción se entrelazaban de manera conmovedora.

El sonido de los tambores resonaba en el aire, marcando el ritmo lento de la procesión. Las mantillas avanzaban con pasos cuidadosos, en medio del silencio sepulcral de la multitud. Las luces de las velas se reflejaban en las calles adoquinadas, creando un ambiente mágico y solemne.

A medida que la procesión continuaba, las mantillas recordaban las palabras de Jesús en la cruz. Sentían su agonía y su sacrificio. Las lágrimas seguían cayendo, pero no eran lágrimas de desesperación, sino de amor y profunda fe. En ese momento, estaban unidas en un lazo espiritual con el Cristo crucificado, compartiendo su dolor y su amor por la humanidad.

La procesión llegó finalmente a la plaza de la catedral, donde se alzaba una imponente imagen de Jesús en la cruz. Las mantillas se arrodillaron en reverencia, sus lágrimas se mezclaron con las de los fieles que las rodeaban. En ese instante, sintieron la presencia de Cristo en sus corazones de una manera única y profunda.

La procesión de las mantillas bajo lloros en Orihuela era un testimonio de fe y devoción que conmovía a todos los presentes. Aunque el dolor y la tristeza eran palpables, también lo era la esperanza y la certeza de la redención. En ese Viernes Santo, las mantillas habían sentido la pasión de Cristo en lo más profundo de sus almas, y su amor por él se renovaba una vez más".


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